No permitas que la preocupación por lo que vendrá mañana te robe la dicha de hoy; quizás el presente sea nuestro único tesoro

martes, 8 de enero de 2013

I can't remember when I last saw you laughing


Intento conciliar el sueño pero no lo consigo. Me revuelvo entre las sábanas, inquieta, sin encontrar una posición adecuada, en la cual me sienta cómoda. Afuera la lluvia cae sin cesar y el olor a tierra húmeda se cuela entre las hendijas de las persianas. Ni siquiera la lluvia que en tantas ocasiones ha hecho las veces de canción de cuna, me ayuda a dormir. 

La cabeza me da vueltas. Intentar bloquearme es inútil. Cuanto más lo intento, menos lo consigo. Estás allí tan vívido como si estuvieras en frente mío, contemplándome, observándome. Pensarte es... inevitable. Cada noche se repite la misma historia. Después de eso llega el llanto, la descarga. Las lágrimas corren por mis mejillas, deslizándose suavemente. Te lloro en silencio, como cada noche. Y después de eso, tras un par de horas en las que te imagino mirándome a los ojos, diciéndome lo mucho que me quieres como la hacías cada día al vernos, por fin logro cerrar los ojos. Entro en un sueño profundo, relajante; encuentro paz, al menos por un rato, hasta que el sol vuelva a abrirse paso entre las estrellas.

Cuando el sol vuelve a encenderse el día se repite, igual que siempre. La vida se ha vuelto monótona, las cosas han perdido su curso; yo me he perdido en un camino sinuoso y oscuro. Un camino que hallo imposible de recorrer si tu no estas aquí, a mi lado, extendiendome tu mano para que aprenda a caminarlo. Tu ausencia duele, tanto que dudo que alguna vez encuentre algo que me haga más triste. Y nadie comprende mi dolor; nadie lo hará nunca.

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A mí me gustaría que vivamos para siempre y que seamos jóvenes eternamente